Tras conmemorar el 65 aniversario de nuestra Constitución, los estadolibristas aprovecharemos la ocasión para retomar el tema amplio de nuestra forma de organización política en términos de sus logros, desaciertos y proyecciones. El momento es oportuno para reafirmar los consensos vitales plasmados en esa Carta Magna que fueron forjados con muchos esfuerzos por compatriotas de todas las ideologías.
La historia nos dice que don Luis Muñoz Marín pudo influenciar la aprobación de la Constitución sin pedirle la bendición a las minorías de entonces, porque contaba con los votos para hacerlo. Sin embargo, tomó la decisión de que los constituyentes de distintos credos políticos sembraran con su ejemplo la fortaleza democrática en el país que hizo posible el logro del incentivo de unidad y consenso que hoy representa nuestra Constitución, como orgullo del genio creativo puertorriqueño que fomenta su estima propia.
Ni existió ayer, ni tampoco existe hoy un partido que sea dueño exclusivo de las buenas ideas. Hay gente buena, con magníficas visiones sobre el quehacer colectivo, en todas las colectividades y organizaciones políticas. Nuestra Constitución recoge esa vital necesidad social de la diversidad de opiniones con la Ley de Minorías, de rigurosa aplicación en nuestra Asamblea Legislativa. Igual importancia consagra el documento a las instituciones que rigen nuestra sociedad, apuntando muy especialmente a una rama judicial independiente que evite que un gobierno diferente cambie la composición de los tribunales.
Vista en toda su dimensión, nuestra Constitución es una de tinte liberal como herramienta de avanzada que nutre nuestra vida colectiva y nuestro entendimiento de pueblo. No es un mero documento escrito, sino un importante cambio cualitativo en nuestra vida como nación y una tradición de fe en el sistema democrático. El ELA surgió como una parte de la misma y vanguardia de los intereses de nuestra gente en armonía con los demás, pero firme en sus principios de los derechos inalienables del ser humano y en el respeto a nuestro sistema republicano de gobierno.
El ELA es el mejor legado de nuestra Constitución a la presente y futura generación. Por eso constituye un acto de justicia ciudadana de cada puertorriqueño con nuestra historia el reconocer que las tendencias que más le convienen a nuestro pueblo son aquellas que responden a esos principios básicos de nuestra actual fórmula de gobierno. Celebremos nuestra Constitución como la mejor garantía y la mejor herramienta para la consecución de todas las genuinas aspiraciones de nuestro pueblo.