El pasado domingo el país envió un mensaje muy claro en torno al tema de estatus. En el plebiscito, ocho de cada diez personas con derecho al voto, no acudieron a votar y se unieron al llamado del boicot que hicieron el PPD y otros sectores de la sociedad. Una vez más, los puertorriqueños actuaron según les dictó la conciencia y no lo que pretendía el gobierno a través de la campaña publicitaria costeada con millones de dólares de fondos públicos y otro millón de dólar que se gastó el PNP.
Al final, con muy pocos recursos, pero movidos por la razón, el boicot derrotó a Rosselló, al PNP y a la estadidad. El proceso que se llevó a cabo para realizar este plebiscito fue uno injusto e inconstitucional. Desde el primer momento, el PPD denunció ante el país que el plebiscito era amañado y que estaba diseñado para engañar a los puertorriqueños y a los Estados Unidos.
Advertimos, desde el primer momento, que la consulta era excluyente y preparada a la medida para obtener un falso resultado en beneficio de la estadidad.
Las alternativas para atender este asunto eran variadas, sin embargo, optamos por pedirle al país el boicot. El gobierno debe entender que quién promueve el engaño y la trampa, pierde el respeto de su gente. Hoy, los puertorriqueños demostraron que no hay dinero que pueda comprar su conciencia y que repudiarán en todo momento cualquier proceso que no cuente con la inclusión de todos los sectores. Nuevamente se dio una lección democrática de vergüenza contra dinero.
La lección de un pueblo que rechaza la ventajería, que rechaza el miedo, que rechaza el uso del poder para dividir a nuestra gente, no puede pasar desapercibida. El uso, en momentos de crisis fiscal, de millones de dólares para llevar un proceso injusto y sin aval de los Estados Unidos a la vez que se mete la mano en el bolsillo a nuestra gente, no fue perdonado por el país.
El pueblo rechazó con el boicot el que el PNP utilizara las páginas en las redes sociales de las agencias de gobierno para hacer política por este plebiscito; usaron contrataciones para recibir donativos de campaña; gastaron millones de dólares en una campaña de miedo y mentiras; usaron personas de otras ideologías para tratar de lavarle la cara a un proceso amañado; le dijeron a los puertorriqueños que el gobierno federal avalaría este proceso, todo para que la gente fuera a votar. Nada les funcionó. El boicot demostró que siempre vence la vergüenza contra el dinero.
Ahora nos corresponde ir a Washington con la verdad e informar que los puertorriqueños rechazaron este proceso desde sus inicios en proporción de 80% a 20%. Los electores no participaron ni se hicieron cómplices de este proceso. Aquí sin dudaganó el boicot, ganó Puerto Rico.